El Salvador
Por: Jorge Luis Peña Reyes
Centroamérica siempre fue una tierra ansiada. La cultura nos había dicho de nuestras raíces afines, de nuestras maneras propias de entender el mundo, pero las aguas y las restricciones para viajar desde Cuba habían podido más. La visión anterior a mi visita era la de una tierra violenta en la que no se podía caminar a pie, las imágenes mediáticas hablaban de un pueblo empobrecido que se debatía entre los gobiernos de turno. Supe de las luchas de Farabundo Martí, de su masacrado pueblo nativo en 1932 y de un Roque Dalton que hablaba del socialismo como una tableta del tamaño del sol, con una historia de ajusticiamiento incomprensible y un vaivén de izquierda a derecha, como en Cuba por razones obvias nadie cuestiona y en medio de unas elecciones que exacerbaban toda posición política.
Conocí en mi estancia breve e intensa, gente entregada, amable, entusiasta, amante de su tierra y orgullosa de su ayote, de sus volcanes, de sus mangos verdes con chile, de sus frijoles con queso, de sus pupusas y pollos camperos, de su horchata y de su maíz blanco de mil rostros que en algunos muros de La Palma de Chalatenango pintó Fernando Llort. Supe de familias amantes del evangelio como si en la sangre algo les dictara entregarse por los colegios. Un pueblo inquieto por sus desigualdades sociales que han ido sembrando en su simiente el celo de impactar a su nación y de hacer la diferencia ante un mundo que prefiere seguir sin Dios. Vi gente descontenta, sentada en las mesas de la Gran Vía, víctimas de un consumismo ya instalado que a golpes de moles y propaganda se traga poco a poco al país. Gente honesta y avergonzada por sus altos contrastes, de la poca inversión en instituciones de salud, apenas distinguibles durante la noche, mientras las calles de San Salvador deslumbran por el neón y los anuncios.
Es una visón general del país. Tan intensa fue mi estancia en esa nación que Julio Enrique Ávila y no Gabriela Mistral llamaría el Pulgarcito de América, que me llevaría muchas horas describir mis experiencia de solo dos semanas.
ResponderEliminarEstoy orgullosa de mi pais y saber que podemos hacer la diferencia para que el pulgarcito de América tenga cualidades y virtudes que otras personas quieran imitar, con la yuda de Dios podemos ser parte de los avances del pais.Gracias por ésta perspectiva.
EliminarComo salvadoreña, me conmueve este escrito de nuestra hermosa nación, con todo y sus contrastes.
ResponderEliminarLa mirada del poeta nos ha entregado el corazón de El Salvador. Un saludo desde México
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