22 diciembre 2014

Cuando las fronteras se vuelven agua


Cuando las fronteras se vuelven agua

                                                                                           Sobre el diferendo Cuba- Estados Unidos
Por: Jorge Luis Peña Reyes

En medio de la turbulencia mediática un arca se abre paso hacia la refundación de la identidad nacional, de quienes viven a un lado y otro delpaís.
Todos esperan que la masa de agua divisoria deje de serlo de una vez, que el concepto de «cambiar lo que debe ser cambiado» de Fidel Castro unifique a la isla que se debate hace mucho entre los vaivenes de la diáspora y de quienes viven dentro, con un costo familiar sensible para
ambas partes y un beneficio económico no admitido, pero coherente a la experiencia del resto de las naciones latinoamericanas.
Ha sido esta una relación de sentimientos encontrados: de vida y muerte,
de cultura y coloniaje, de rabia y cooperación, de distancias y abrazos;
propia de quienes necesitan la cercanía de la sangre y responden con
torpeza desde un dolor sedimentado.
Hace veinticinco años cayó el muro de Berlín. Unos «celebran» y otros
«conmemoran» la fecha. Así se afincan todavía los tintes de una Alemania
que tenía en su interior las dos concepciones ideológicas más importantes
de su tiempo.
Si una muralla de concreto de 47 kilómetros separó dos modelos
antagónicos y terminó disuelta, ¿qué será de Cuba y Estados Unidos,de
ese David y Goliat tantas veces enfrentados?
Apenas, a noventa millas existe una frontera que por vulnerable no ha
sido menos dolorosa.
¿Quién puede mediar, acabar con estas constantes agresiones que dibujan
al enemigo en cualquier parte hasta reducir a Cuba a una industria
ideológica capaz de exportar valores de resistencia al mundo, como para
garantizarle medidas de aislamiento sin precedentes; todas con la autoría
de la potencia del norte?
Los muros han sido más que una líquida barrera, dos gobiernos que desde
sus diluvios no se deciden atracar en un puerto común y explorar una
tierra de potenciales provechos.
Cuba ha tenido mil cubas interiores; urgida por amenazas de todo tipo ha
mudado muchas veces su rostro. Ha luchado contra gusanos, hippies,
gays, religiosos, bitlemaníacos, timbiricheros* y todo lo que parecía tener
perfume de imperio.
*Así se les conocía popularmente a los que vendían cualquier mercancía
en la década de los setenta y ochenta.
Ahora como lo es para todo el orbe, en Cuba Lenon es un símbolo, la
homosexualidad una elección, Martin Luther King un quid divinum y la
lucha de los trabajadores de Chicago incluye también a esos
cuentapropistas* que son como en Miami, la fuerza laboral más calificada
y subutilizada del mundo.
La gente de este lado olvidó hace mucho la semilla primigenia del divorcio
entre gobiernos, así que ahora solo quedan discordias epidérmicas que la
prensa exacerba en su ejercicio rutinario e influyente.
Nuestro lenguaje se tornó militalizado y hasta el saludo se permeó de
términos que tienen que ver con la guerra: La gente de mañana dice: Aquí
en la lucha, en combate, en la batalla;ajenos a esa cicatriz de la posguerra
que dura más de medio siglo.
¿Quién iba a decirnos que el Ébola, una epidemia sin igual del otro lado
del mundo, genere a partir de los editoriales del New York Times una serie
de galanteos de aproximación contra una de las políticas más agresivas
que ha conocido el planeta? Ella le ha servido con eficacia a las dos
partes. Unos mantienen así su distanciamiento con la isla y le valen votos
presidenciales en la Florida. En tanto los de adentro, culpan a esa política
desde la precariedad financiera en que viven, y es el dedo en la llaga de la
economía cubana.
Pero ahí está mi gente con las disímiles maneras de agenciarse soluciones
propias, de religarse, de tender puentes, de abrazarse en la distancia con
gestos que nadie concebía.
Aunque la diáspora actual intente mimetizar el discurso de quienes
huyeron en el cincuenta y nueve conformada por guerrilleros
desencantados; batistianos, bandidos y cubanos desprovistos de sus
propiedades ya comienza a sentirse su diatriba descolocada y sin fuerza.
El norte dejó de ser un punto cardinal y se convirtió para los cubanos en
una atracción magnética del desarraigo y la nostalgia.
La decisión desesperada de lanzarse al mar, sigue alimentando en la
diáspora de esta generación el derecho de agredir en las redes sociales
con fotografías, videos y textos sensibles para ambos territorios. Esa
nueva libertad que imponen los tiempos modernos de intercambiar
mensajes, objetos y servicios han sido preludio para un control menos
estricto en una sociedad que lucha por ser más cosmopolita, abierta e
inclusiva.
*Se le nombra así a los trabajadores del sector no estatal en Cuba.
Mi pueblo sabe esa manera otra de exponerse para encontrar lo suyo,
siembra palmas reales en los invernaderos y compra los libros que ni
siquiera antes tuvo, pero ahora, del otro lado de las aguas, los paga y
escudriña con una sed de mantener su gentilicio a cualquier precio.
Escucha la música que le oyó a sus padres y congelan el gesto memorioso
en fotos amarillas.
Hablan, lo más viejos, con un jerga obsoleta como si la Cuba abandonada
no hubiera cambiado el horario de verano y fuera todavía:
casino,mulatas,rumba,playas, tabaco y ron.
Cuando las fronteras se vuelven agua, los países se tornan islas. Y es la
hora exacta de los puentes.
Es preciso sentarse a la mesa de Lincoln y Martí, juntar las copas, sacar
del diálogo las pautas irreconciliables de la generación histórica y buscar
posiciones intermedias y vivificadoras.
¿Si es la gente quienes construyen,por qué adorar las ciudades
amuralladas?
Ahora se hace necesario la reconciliación, borrar esas huellas
transmisibles de discordia que carcome los huesos y limita el
pensamiento.
Estemos atentos a los rastros que aun quedan de esas buenas razones
nombradas: patria y dignidad.
Salgamos de nuestra estrecha cabaña y vayamos a la casa grande que
nos une, a eso que Martí reubicó y extendió, en el mismo corazón de
Nueva York, a un espacio común llamado humanidad.
Read more »