21 abril 2017

El visitante



En el aula recibimos la visita de un escritor. Los muchachos  se convencieron de que no era un viejito como ellos creían. Era más joven incluso que la profe de historia. Ella lo presentó con mucho respeto y no perdió la oportunidad para dispararnos una charla sobre la educación y la campaña de alfabetización. Ya cuando notó al escritor medio aburrido fue entonces que lo dejó hablar.
Sin más allá ni más acá, luego de presentarse, nos preguntó si teníamos borrachos en la familia y se hizo un silencio tremendo, era como si aquel ambiente que había creado Úrsula no tuviera mucho que ver con esa pregunta tan rara.
Volvió a insistir y solo él levantó la mano. Así que nos sorprendió oírlo hablar de su abuelo con un gesto de tristeza y de risa a la vez. Todos vigilábamos el rostro de la profe de historia y era seguro que no se sentía cómoda con la conversación.
Luego Yaquelín contó algo sobre su hermano que a veces vendía la  ropa para pasarse el día tomando con sus amigotes y nosotros nos reímos de la palabra, entonces el escritor comenzó a escribir en la  pizarra todos aquellos términos con que la gente se refería a los borrachos. Yunior dijo: Curdas, Tonito agregó: alcohólicos, tomadores, borrachines y así se hizo un listado larguísimo. Al lado enumeró las maneras en que la gente se refería a la bebida y fue divertidísimo porque incluyeron: tintura de plátano, piojín de la farmacia, chispa de tren, walfarina, espérame en el suelo, risa de potrico, colao y mil nombres comiquísimos.  El aula completa se reía de todo aquello con algarabía, menos Úrsula, que parecía que le clavaban mil agujas en el rostro.
Luego levanté la mano y le dije al escritor que la gente era muy agresiva con los borrachos, y aunque se estimaba como una enfermedad, mucha gente importantísima que salía en la tele y hasta dirigentes eran tomadores empedernidos.
Úrsula no pudo disimular y metió la cuchareta otra vez. Quiso aconsejarnos algo, pero el escritor la interrumpió para decirnos que en nuestro país se vendía mucho ron y que el alcoholismo era una consecuencia lógica, porque en las cafeterías aunque no había café, había bebida siempre: de todos precios, colores y sabores.
Entonces Úrsula replicó que el país lo necesitaba para su economía y él respondió que luego la economía tenía que cargar con los alcohólicos y atenderlos como si fueran reyes.
Úrsula estaba rojísima y fingió un permiso entre dientes para salir del aula. Los muchachos levantaron automáticamente la mano como si desde aquel momento, sintieran mayor libertad para expresarse. ¡Más de la mitad del aula tenía al menos un borracho en la familia!
El escritor nos leyó un poema suyo que se titulaba El rap de los borrachos, era parte de un librito bien manoseado, el poema parecía más bien una canción cómica, que retrataba la vida de los que empinaban el codo de vez en cuando. Elisa me miraba con insistencia, pero yo trataba de captar el ritmo de las palabras que usaba el visitante. Era como un vaivén, como si las palabras se mecieran en el aire. Recordé cómo caminaban los borrachitos de mi barrio, que venían de mañana bien derechos y se iban de tarde abrazados como almas en pena.
Por momentos contuve el llanto porque vi al nene tirado en cualquier parte y la gente preguntándole tonterías para reírse luego de la forma en que hablaba, con la lengua hecha un nudo. Fueron tal vez las escenas de humor del poema, las que no me dejaron llorar y preferí entonces bajar la cabeza y quedarme quieto.
Sonó el timbre y en el pasillo le dije al visitante que yo quería ser escritor y que tenía una novela escrita, así que se sorprendió y quedamos en vernos para que me ayudara.
Llegó luego Úrsula y borró con rabia aquel listado que casi todos habíamos copiado, paradójicamente, al final de la libreta de historia.
—Saquen sus libros que se acabó el jueguito, —dijo con tono de pocos amigos.
Alguien le preguntó si el escritor regresaría en otra ocasión. Ella no respondió, se hizo como quien no había oído.
Tal vez la visita le recordó a algún borracho de su familia. Porque, quién no lo tiene.
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