30 junio 2015

El patrimonio desde los ojos de Martí


El patrimonio desde los ojos de Martí

Por: Jorge Luís Peña Reyes.


El amor madre a la patriano no es el amor ridículo a la tierra…José Martí, Abdala
La celebración de los diversos pueblos cubanos, devenidos villas fundacionales en el arribo de sus quinientos años, propone una reflexión en torno a la cultura, que no es más que el conjunto de esos bienes creados de manera colectiva.

Si el concepto Patria reúne todos los patrimonios del hombre, todo cuanto pueda hacerse por afianzar esos valores, será poco para tener a un ser humano más comprometido con su entorno y con la preservación de aquello que considera parte indisoluble de su vida.

La Unesco ha creado convenciones entre los estados parte para identificar esos tesoros que por diversas razones sufren el expolio o el descuido de las naciones que los contienen.

Todavía hay un sentido reduccionista a la hora de entender qué cosa es patrimonio. El afán por la tecnología y el desarrollo sigue dañando eso que es una propiedad colectiva de la humanidad a pesar de ubicarse en determinadas regiones del mundo.

No todos los países son signatarios de las convenciones de la Unesco y esto genera diversas miradas en cuanto a las posesiones de estos bienes y determina la responsabilidad de protegerlos como legado a las siguientes generaciones.

Las guerras, la explotación desmedida del turismo y la falta de políticas para proteger esos recursos, pueden reducir a cenizas el más completo paraíso.

Cuba tiene identificados varios puntos de su geografía como patrimonio mundial de la humanidad, tanto en lo tangible como en lo intangible y este reconocimiento perfila voluntades políticas para proteger sitios que tienen en sí mismos una importancia histórica trascendente, no solo por la estética de ellos,  sino por los hechos que se gestaron en etapas fundacionales y que constituyen hoy esencia de la cultura de los pueblos.    

No se trata de vivir anclados al pasado sino mirar por esos ojos el presente, así  podemos ver el devenir y el desarrollo del hombre  como  una continuidad y no como etapas desarticuladas y dispersas.

Desde esa  intención por reconocer el valor de los que nos precedieron, el presente es un desafío para incluir a la comunidad  en la construcción paulatina de lo que ellos mismos identifican como digno de conservar en favor de su espiritualidad.

El mayor enemigo del cuidado del patrimonio es la desinformación y la indiferencia. Es una torpeza no hacer lo que está de nuestra parte para que  florezca la cultura y las tradiciones de los pueblos.

¿Qué será Cuba sin su Habana, sin los paisajes de Viñales y del Valle de Los Ingenios, sin sus tesoros subacuáticos y naturales, sin su arquitectura imponente y diversa, sin sus fortines españoles, sin sus cafetales y bateyes?

La imagen que proyectamos tiene que estar en constante revisión, en constante vigilia porque los extensos tentáculos de la globalización banalizan y destruyen.

Una de las peores crisis del mundo no es la relacionada con la de los recursos, sino con la de la identidad, esa ceguera que no permite reconocer quiénes somos y justipreciar así nuestros propios entornos.

La mezcla de los pueblos enriquecen los conceptos culturales de las naciones, sin embargo el mercado aprovecha y deslegitima prácticas milenarias solo por su afán de generar productos y reducir la cultura al consumo enfermizo.

José Martí desde La Edad de oro y de su vastísima obra, ofrece pistas en su periodismo de lo que la humanidad precisa conservar, savia de su paso peregrino por distintos países del mundo. Desde allí aprendió a valorar el patrimonio con una visión pertinente que hoy todavía muchos pueblos de América no consiguen alcanzar.

Desde la Patria chica, desde la aldea, desde el patio minúsculo que habitamos, valoremos nuestro patrimonio y resaltemos el derecho que tienen otros de mirarlo con los mismos ojos de Martí.

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12 junio 2015

La Burbuja ecléctica 

Tengo un orgullo súbito por la gente que conocí la última semana.
Gente libre y sin la angustia de la urgencia.
Que sueñan el país como si de pronto la isla pidiera ser colonizada.
Hay aquí un místico animal que emerge y sacude en el  agua todo el tiempo de su inercia.
No he visto por estos días lo que me es común en donde vivo.
No sé quién vino la madrugada antes para recoger las consignas de otros tiempos.
Ahora están allí, cerca del Castillo de la real fuerza vendiendo las consignas del pasado, pero esas ya no tienen la urgente autoridad del grito.
Me ha brotado un orgullo súbito ante los visitantes de la última semana.
No sé qué  pasa con esta  burbuja ecléctica donde me siento a gusto.
Aquí estoy rozándome con el nuevo aire como si todas las encarnaciones se disputaran entrar de una vez a mi cuerpo. Y me abro a las constelaciones del vacío e inflamo los pulmones de este otro  aire nuevo que descubro. 
Puedo quedarme en este monte y pedirle a  Eusebio que construya para mí una enramada.
Estoy  a gusto mientras llueve y tomo fotos. No me esfuerzo por disimular las grietas que no han de salir en el noticiero de cada noche.
 He olvidado los malos entendidos y lanzo a los del otro lado de las aguas  las imágenes de los últimos días.
No  he sentido, para mi extrañeza,  la conmiseración de siempre, la palmada imaginaria sobre el hombro, sino el deseo de pisar los mismos charcos de La Habana. 
Me pregunto  qué tiene que pasar con mi país del otro lado para que sientan los olores salidos de estas  piedras.
Mi país es una sombra  que espera el olor  de la pintura fresca, la explosión  de su gente distraída en el pan de la mañana.
Nadie levante para mí su mano, nadie me aclare que esa gente del otro lado construyó este sueño de atributos nacionales.
Quiero quedarme con estas sensaciones infantiles, con esta inquietud que llevo dentro para volver a mi país del otro lado y enseñarles  las postales a mi gente. No las postales de La Habana sino las postales del país  que sueño.
Si todo es mío, si todo es real como supongo,  dejen  llevarme al Caballero de París conmigo.

Jorge Luis Peña Reyes


En pleno centro de La Habana uno puede tropezarse con esta criaturas que le suman una misticidad a los espacios tan cubanos y a la vez tan universales de Cuba.

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