19 junio 2017




Por Jorge Luis Peña Reyes

Los multitudinarios festejos de Puerto Padre tuvieron fecha de nacimiento el año 1954 cuando José Faura García,que presidía el Casino Español junto al músico Luis Ignacio Díaz, propusieron la idea de celebrarlos, como ya lo habían hecho otros pueblos de importancia en el resto del país, iniciativa muy bien acogida y respaldada por el entonces alcalde Amado Escalona Mastrapa.

El antecedente directo de esas festividades parece ser las Ferias de San José. Los carnavales se desarrollaban, alrededor del día  19 de marzo, Día del Santo Patrón.

El periódico Sábado, reseñó, en marzo del 55, las gestiones que los organizadores de las fiestas hicieron en la Habana en busca de apoyo de los festejos y la disposición de la cervecerías Cristal y Polar.

Para la ocasión prometió asistir con casi total seguridad la Banda de Música de la Policía Nacional y el noticiero de Manolo Alonso que tomaría películas de la celebración.

Ya en los segundos carnavales, los del 56, existieron varias comparsas y es la orquesta Ritmo Oriental la que amenizó los festejos.
La elección de la “Reina del Carnaval” estaba precedida de cinco escrutinios para los cuales cada candidata realizaba con tiempo de antelación suficiente trabajos sociales y desfilaba por diferentes asentamientos recogiendo votos para su definitiva nominación. Una ofrecía un almuerzo, otra una fiesta, otra emprendía un plan anual de festejos. Con varios meses previos al desarrollo de las fiestas populares  el pueblo conocía del certamen que proponía la Comisión del Certamen de Simpatía del Carnaval.

Presentaban candidatas, El Liceo de San Manuel, El Casino Español, el Club Social de Chaparra, la Sociedad Estrella de Maceo, entre otras asociaciones e instituciones.

El semanario, Sábado, de ese año,publicó los votos alcanzados hasta el tercer escrutinio

América Ayala García 100.556

María Elena García 89,233

Mirtha de la Rosa 47,920

Iris Mastrapa Rojas 33,377

Obdulia Blanco Sabugo  20,946

En la edición del 26 de enero de 1957 el periódico Sábado  reseña en primera plana la celebración de los carnavales del 15 al 19 de marzo, uno de los más importantes en la década del cincuenta, según el artículo de la revista Puerto Padre histórico,  y que se extendía  un día más que en la edición del año anterior. Ese año, el presidente organizador del carnaval fue el Doctor José R. Bosch Parra y Enrique Farah Awed, su tesorero.

Las fiestas tenían una convocatoria que estimulaba despertar el entusiasmo entre los vecinos para que adornaran  el frente de sus casas e inscribir las cuadras cuyos vecinos quisieran  optar por los valiosos premios en efectivo. Ese año se adicionaron al alumbrado público 3 000 bombillos.

Los carnavales en Puerto Padre, nacieron con organización y respaldo notables, desde la década del cincuenta. Constituían, desde entonces, un estímulo para el pueblo que tomaba parte de sus preparativos, desde mucho tiempo antes y pese a que diferentes motivaciones políticas y sociales movían estas festividades  su ejecución eran todo un suceso que trascendía las barreras municipales. 

Video en http://www.radiolibertad.cu/2017/06/17/carnavales-en-puerto-padre-viaje-al-pasado/#comment-52
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01 mayo 2017

¿Órganos transplantados en Puerto Padre?


No deja de ser una novedad que un órgano de fuelle u oriental, anime aún a toda una comunidad con su magia. Sobreviven a carencias y desastres, como si fueran fósiles vivientes.

Pero están ahí y la gente del campo dice que no cambian, por nada, estas maravillas de la cultura. Solo la inventiva y el ingenio de los organilleros logran que estas verdaderas cajas de música de ascendencia francesa tengan vida, en medio de tanto desarrollo tecnológico, que no logra desplazarlo.

Hay que reconocer que el órgano es un ser mestizo, hijo de padres de la nobleza que decidió sacudirse su ringo-rango para aplatanarse, hasta poner a bailar a la gente más humilde de los campos cubanos.

La familia Ajo, introdujo por la década del 40 del siglo pasado importantes cambios como la sustitución del guayo por el güiro, los timbales por las pailas y se le añadió también tumbadoras, bongós, etc, lo cual hizo más criolla su sonoridad y le dio partida de nacimiento en Cuba. Ahora es un cubano rellollo, con un hermano en París.

No obstante, hay que ir con mano fina a la hora de ingeniárselas para que subsistan estos dinosaurios musicales, porque como la supervivencia no tiene reglas, tantos implantes pueden afectar su verdadera esencia.

Es cierto que a golpe de maniguetas ya eran pocos los que podían producir música para un baile de principio a fin. Se necesitaban brazos fuertes y bien entrenados. Llegó entonces el motor eléctrico, que humanizó esto de producir música molida. Con la inventiva los órganos perdieron la autonomía de instalarse en comunidades en las que no siempre hay electricidad.

Tampoco esos combos añadidos, que complementan la sonoridad del órgano, afectan su aporte a la cultura cubana, todo lo contrario.

Un nuevo órgano que suena bonito

Julo Antonio Peña Pérez promete ser el coordinador de los órganos tradicionales, en esta zona de Puerto Padre, donde el oficio de construirlos y de ponerlos a disposición del pueblo tiene un arraigo desde 1932.

Julio, que es percusionista de la agrupación Origen, es un apasionado de la música molida, pero con nuevos bríos y conocimiento, creó una nueva versión electrónica más ligera y fácil de trabajar y llevar al jolgorio que mantiene el mismo principio mecánico.
La globalización no tiene límites.

Sin embargo, Julio Antonio cree que su nueva criatura es una adecuación moderna que hace más accesible a las nuevas generaciones la sonoridad del órgano, ahora con una armonía más limpia y amplificada.

¿Usted qué piensa? ¿Está favor de la continua innovación hacia el desarrollo de los órganos? ¿Prefiere que se preserven en su esencia? ¿O tal vez cree él órgano puede beber de las dos agua?

Entrevista de audio a Julio Antonio Peña en http://www.radiolibertad.cu/2017/04/28/organos-transplantados-en-puerto-padre-audiogaleria/
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21 abril 2017

El visitante



En el aula recibimos la visita de un escritor. Los muchachos  se convencieron de que no era un viejito como ellos creían. Era más joven incluso que la profe de historia. Ella lo presentó con mucho respeto y no perdió la oportunidad para dispararnos una charla sobre la educación y la campaña de alfabetización. Ya cuando notó al escritor medio aburrido fue entonces que lo dejó hablar.
Sin más allá ni más acá, luego de presentarse, nos preguntó si teníamos borrachos en la familia y se hizo un silencio tremendo, era como si aquel ambiente que había creado Úrsula no tuviera mucho que ver con esa pregunta tan rara.
Volvió a insistir y solo él levantó la mano. Así que nos sorprendió oírlo hablar de su abuelo con un gesto de tristeza y de risa a la vez. Todos vigilábamos el rostro de la profe de historia y era seguro que no se sentía cómoda con la conversación.
Luego Yaquelín contó algo sobre su hermano que a veces vendía la  ropa para pasarse el día tomando con sus amigotes y nosotros nos reímos de la palabra, entonces el escritor comenzó a escribir en la  pizarra todos aquellos términos con que la gente se refería a los borrachos. Yunior dijo: Curdas, Tonito agregó: alcohólicos, tomadores, borrachines y así se hizo un listado larguísimo. Al lado enumeró las maneras en que la gente se refería a la bebida y fue divertidísimo porque incluyeron: tintura de plátano, piojín de la farmacia, chispa de tren, walfarina, espérame en el suelo, risa de potrico, colao y mil nombres comiquísimos.  El aula completa se reía de todo aquello con algarabía, menos Úrsula, que parecía que le clavaban mil agujas en el rostro.
Luego levanté la mano y le dije al escritor que la gente era muy agresiva con los borrachos, y aunque se estimaba como una enfermedad, mucha gente importantísima que salía en la tele y hasta dirigentes eran tomadores empedernidos.
Úrsula no pudo disimular y metió la cuchareta otra vez. Quiso aconsejarnos algo, pero el escritor la interrumpió para decirnos que en nuestro país se vendía mucho ron y que el alcoholismo era una consecuencia lógica, porque en las cafeterías aunque no había café, había bebida siempre: de todos precios, colores y sabores.
Entonces Úrsula replicó que el país lo necesitaba para su economía y él respondió que luego la economía tenía que cargar con los alcohólicos y atenderlos como si fueran reyes.
Úrsula estaba rojísima y fingió un permiso entre dientes para salir del aula. Los muchachos levantaron automáticamente la mano como si desde aquel momento, sintieran mayor libertad para expresarse. ¡Más de la mitad del aula tenía al menos un borracho en la familia!
El escritor nos leyó un poema suyo que se titulaba El rap de los borrachos, era parte de un librito bien manoseado, el poema parecía más bien una canción cómica, que retrataba la vida de los que empinaban el codo de vez en cuando. Elisa me miraba con insistencia, pero yo trataba de captar el ritmo de las palabras que usaba el visitante. Era como un vaivén, como si las palabras se mecieran en el aire. Recordé cómo caminaban los borrachitos de mi barrio, que venían de mañana bien derechos y se iban de tarde abrazados como almas en pena.
Por momentos contuve el llanto porque vi al nene tirado en cualquier parte y la gente preguntándole tonterías para reírse luego de la forma en que hablaba, con la lengua hecha un nudo. Fueron tal vez las escenas de humor del poema, las que no me dejaron llorar y preferí entonces bajar la cabeza y quedarme quieto.
Sonó el timbre y en el pasillo le dije al visitante que yo quería ser escritor y que tenía una novela escrita, así que se sorprendió y quedamos en vernos para que me ayudara.
Llegó luego Úrsula y borró con rabia aquel listado que casi todos habíamos copiado, paradójicamente, al final de la libreta de historia.
—Saquen sus libros que se acabó el jueguito, —dijo con tono de pocos amigos.
Alguien le preguntó si el escritor regresaría en otra ocasión. Ella no respondió, se hizo como quien no había oído.
Tal vez la visita le recordó a algún borracho de su familia. Porque, quién no lo tiene.
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