31 marzo 2014

El Salvador 
Por: Jorge Luis Peña Reyes 
Centroamérica siempre fue una tierra ansiada. La cultura nos había dicho de nuestras raíces afines, de nuestras maneras propias de entender el mundo, pero las aguas y las restricciones para viajar desde Cuba habían podido más. La visión anterior a mi visita era la de una tierra violenta en la que no se podía caminar a pie, las imágenes mediáticas hablaban de un pueblo empobrecido que se debatía entre los gobiernos de turno. Supe de las luchas de Farabundo Martí, de su masacrado pueblo nativo en 1932 y de un Roque Dalton que hablaba del socialismo como una tableta del tamaño del sol, con una historia de ajusticiamiento incomprensible y un vaivén de izquierda a derecha, como en Cuba por razones obvias nadie cuestiona y en medio de unas elecciones que exacerbaban toda posición política. Conocí en mi estancia breve e intensa, gente entregada, amable, entusiasta, amante de su tierra y orgullosa de su ayote, de sus volcanes, de sus mangos verdes con chile, de sus frijoles con queso, de sus pupusas y pollos camperos, de su horchata y de su maíz blanco de mil rostros que en algunos muros de La Palma de Chalatenango pintó Fernando Llort. Supe de familias amantes del evangelio como si en la sangre algo les dictara entregarse por los colegios. Un pueblo inquieto por sus desigualdades sociales que han ido sembrando en su simiente el celo de impactar a su nación y de hacer la diferencia ante un mundo que prefiere seguir sin Dios. Vi gente descontenta, sentada en las mesas de la Gran Vía, víctimas de un consumismo ya instalado que a golpes de moles y propaganda se traga poco a poco al país. Gente honesta y avergonzada por sus altos contrastes, de la poca inversión en instituciones de salud, apenas distinguibles durante la noche, mientras las calles de San Salvador deslumbran por el neón y los anuncios.
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14 marzo 2014

La espera





La espera


Por: Jorge Luis Peña Reyes


Todavía el Quijote no se recupera de aquellos vientos contrarios. Todavía su escudo no está en su mano huesuda. Su lanza espera en algún lugar del puerto por un gallardo acoplamiento que le devuelva la prestancia de hidalgo.

Todavía el pie derecho no se afirma en su justo equilibrio. Todavía su mirada está en el molino descentrado y desafiante. Todavía el salitre cubre los bronces retorcidos con que nació hace más de veinte años.

Todavía la gente se le acerca y cree en él y se enorgullece de su singular postura, meditativa y firme, como quien planea otro ataque menos frontal y definitorio.

Todavía los turistas se toman fotos debajo de su pedestal sin entender que esa postura no se la dio el creador, sino el tiempo.

Todavía algún ebrio caminante lo admira por su espalda recta a pesar del tiempo y las caídas. Otros todavía lo ven con una cerveza Cristal flotando en el universo de la red como una caricatura artística de un lejano pueblo del interior del país que puede llamarse Portus Patris o Barataria.

Todavía unos ven al Quijote mudo y frío, porque otros asuntos más serios le nublan los ojos. Otros esperan el día en que se lance calle arriba con su lanza y escudo para enfrentar los mismos gigantes de antaño.

Todavía quien escribe esta crónica no lo ve como una escultura más y espera que la gente haga un coro alrededor del augusto caballero y le diga: No mueras, en la fijeza de estos tiempos. Todavía quien me escucha, puede darle vida al Quijote, sin ser Miguel de Cervantes y Saavedra.
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11 marzo 2014

Los salmos luminosos



RADIOREVISTA ACTUALIDADES
11 DE MARZO DE 2014/ COMENTARIO


Los salmos luminosos 

Por Jorge Luis Peña Reyes


Una de las críticas más visible de la actual poesía cubana, coherente con el postmodernismo que se respira en todas partes, es la estridente experimentación y la frialdad de sus propuestas, que incluye palabras obscenas o motivos baladíes que dejan a un lado la transmisión de un ambiente emocional, elemento que durante mucho fue y aún es para mí, la esencia misma de la lírica, a pesar de sus varios siglos de vida. Tal vez como tantas cosas, esa motivación primigenia desaparezca del mundo actual o tal vez yo, en nombre de otros muchos, me resista a esta nueva naturaleza que exhibe hoy el poema contemporáneo. Por eso cuando releo el poemario Salmos oscuros del escritor Frank Castell González, (LasTunas 1976) recién publicado por el sello editorial Oriente en el que la honestidad se respira en todos y cada uno de sus textos, me afirmo en este distanciamiento a gusto, y rechazo tácitamente esa manera otra que algunos concursos de las urbes estandarizan y protegen como poesía moderna y que muchos interpretan como obligado camino.

Frank dice: Qué falta me hace caminar sobre una cuerda. Dejar el pecho a la deriva y no pensar en el residuo que el ayuno deja. Qué falta le hace a mi dolor un verso o un antifaz para romper esta costumbre.

Todo es cuestionable a partir de esta mirada mía o acaso la tristeza, el desarraigo y la desesperanza no alimentan ya a los poetas del tercer milenio, pero como dijera el evangelio: si la sal se desvaneciera de qué servirá sino para ser pisoteada.

Encuentro en estos poemas breves una contención sugerente y universal, como si lo cubano se extendiera hacia mundos inescrutables y me hallo en cada uno de estos reclamos existenciales a orillas del mar e intento como él ser cronista de este mismo sentir. No hay en Salmos oscuros poses experimentales, sino una conexión con esos autores que siguen siendo la dieta predilecta de Frank Castell; Vallejo, K. Cavafis, Miguel Hernández, Ángel Escobar, Heredia y otros que se filtran en su aliento de autor consagrado a describir su más inmediata realidad con el corazón como tintero. En sus libros anteriores se reconoce esta línea discursiva para conforman así una obra poética coherente, honesta, al margen de todo oportunismo promocional. Por suerte, muchos lectores agradecen estos salmos... que por oscuros no deja de ser luminosos o acaso la luz es más reveladora si se mira desde dentro del túnel, que propone Frank.

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