Jorge Luis Peña Reyes por Helier Batista |
Hemos tenido que echarnos al hombro la promoción, ya ni esperamos que alguna institución apueste por nosotros. Esa es la mayor diferencia de los jóvenes escritores cubanos respecto a generaciones anteriores. Con esa tala de concursos y becas a todos los niveles, nos concentramos ahora en escribir, con una tozudez y una persistencia raras, incluso, para las instituciones que nos tienen en sus membresías.
No dejan de preocuparnos quienes vienen detrás, distraídos en la cotidianidad de un país que a tantos empuja del otro lado.¿Cómo se insertarán, cómo serán vistos por esos asalariados que todavía tienen en sus gavetas laborales, la promesa de ayudar? Ya son otros tiempos, menos románticos y utópicos, más difíciles también para distinguirse entre las multitudes que exigen pan, aquí, donde las distinciones son solo honoríficas.
En medio de grandes tensiones cotidianas que amarran, disimulan y hacen desaparecer el buen arte, nosotros escribimos para afirmar al otro, no sé de quiénes lo aprendimos, tal vez lo percibimos durante una crisis larga que no terminará ni aún con la probable aparición de mercancías. Nos inquieta la pobreza interna que se arraiga en la niñez, que se torna ingratitud, desidia, indolencia, y hasta se promulga como una consigna más; para unos ajena, para otros asumida.
Por eso los medios alternativos valen, se nos dificulta ser voceros del pensamiento oficial o serlo por tanto tiempo.
Luego descubrimos que no estamos solos, que al lado nuestro o más allá, sin importarnos geografías y contextos, otros sueñan semejantes razones. Y aquí, en este espacio para nosotros más real que virtual, nos confundimos con la complicidad de fugarnos, de renunciar al estrecho cuarto que nos vio nacer.
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