12 junio 2015

La Burbuja ecléctica 

Tengo un orgullo súbito por la gente que conocí la última semana.
Gente libre y sin la angustia de la urgencia.
Que sueñan el país como si de pronto la isla pidiera ser colonizada.
Hay aquí un místico animal que emerge y sacude en el  agua todo el tiempo de su inercia.
No he visto por estos días lo que me es común en donde vivo.
No sé quién vino la madrugada antes para recoger las consignas de otros tiempos.
Ahora están allí, cerca del Castillo de la real fuerza vendiendo las consignas del pasado, pero esas ya no tienen la urgente autoridad del grito.
Me ha brotado un orgullo súbito ante los visitantes de la última semana.
No sé qué  pasa con esta  burbuja ecléctica donde me siento a gusto.
Aquí estoy rozándome con el nuevo aire como si todas las encarnaciones se disputaran entrar de una vez a mi cuerpo. Y me abro a las constelaciones del vacío e inflamo los pulmones de este otro  aire nuevo que descubro. 
Puedo quedarme en este monte y pedirle a  Eusebio que construya para mí una enramada.
Estoy  a gusto mientras llueve y tomo fotos. No me esfuerzo por disimular las grietas que no han de salir en el noticiero de cada noche.
 He olvidado los malos entendidos y lanzo a los del otro lado de las aguas  las imágenes de los últimos días.
No  he sentido, para mi extrañeza,  la conmiseración de siempre, la palmada imaginaria sobre el hombro, sino el deseo de pisar los mismos charcos de La Habana. 
Me pregunto  qué tiene que pasar con mi país del otro lado para que sientan los olores salidos de estas  piedras.
Mi país es una sombra  que espera el olor  de la pintura fresca, la explosión  de su gente distraída en el pan de la mañana.
Nadie levante para mí su mano, nadie me aclare que esa gente del otro lado construyó este sueño de atributos nacionales.
Quiero quedarme con estas sensaciones infantiles, con esta inquietud que llevo dentro para volver a mi país del otro lado y enseñarles  las postales a mi gente. No las postales de La Habana sino las postales del país  que sueño.
Si todo es mío, si todo es real como supongo,  dejen  llevarme al Caballero de París conmigo.

Jorge Luis Peña Reyes


En pleno centro de La Habana uno puede tropezarse con esta criaturas que le suman una misticidad a los espacios tan cubanos y a la vez tan universales de Cuba.

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